La situación con las ofertas que he lanzado en Internet se ha vuelto incómoda. No me convence en absoluto el precio que establecí, y creo que es el principal motivo de esta caída económica. Por eso, he decidido retirarlas de inmediato, dejando solo una: los clientes podrán hacerme una única pregunta por 3 euros más IVA, es decir, 3,48 euros. Está pensada únicamente para que prueben mi consulta y comprendan cómo trabajo o para aquellos que solo desean aclarar una cuestión puntual.
Sin embargo, no he tenido buenas experiencias con algunas personas que han llamado. Han sido extremadamente exigentes, esperando que los atendiera de inmediato, incluso en pleno domingo, y pagando apenas 11,80 euros, como si me estuvieran haciendo un favor. Me han tratado como si fuera un vidente de gabinete, sin valorar mis 26 años de experiencia, mi reputación y la seriedad con la que ejerzo mi profesión. Lo peor es que algunas han pretendido consultarse dos veces, en días consecutivos, con el mismo pago porque «25 minutos les parecieron poco».
Así que, sin dudarlo, he retirado todas las ofertas. No pienso permitir que mi trabajo y mi valor profesional sean menospreciados. Lo barato no se valora y, lamentablemente, en este mundo lo que no se paga, no se respeta.
Qué irónica es la vida y qué difícil es lidiar con personas que solo son una combinación de apariencias, tonos, vestimentas y modales que no significan absolutamente nada.
Regalar un beso a quien no amas es fingir afecto. Regalar un don a quien no lo merece es tirar por la borda años de dedicación, esfuerzo y sacrificio. No estoy dispuesto a malgastar mi tiempo ni mi talento.
Me duele la espalda. Necesito un masaje, una limpieza facial y ejercicio. He descuidado tanto mi cuerpo que ya no reconozco mi propio reflejo. Mis hombros han perdido firmeza, mis pectorales se han desvanecido y la ropa me queda holgada. Me veo consumido, como si estuviera enfermo, como si el tiempo me hubiera devorado sin darme cuenta.
Me siento agotado. Quiero abandonar todo esto. Quiero dejar de ser Santi Molezún.
Llevo días pensando en desaparecer de la esfera pública, eliminar mis páginas web y dejar de escribir este diario. Estoy harto de ser «el mejor vidente del mundo». No quiero seguir en esta profesión, que, en el fondo, no cambia nada. Lo que tenga que ser, será. Lo que deba ocurrir, ocurrirá.
Tal vez debería dedicarme a algo completamente distinto. Quizás escribir libros, trabajar en publicidad, abrir una productora. Siempre me ha fascinado el cine. Me encantaría ser director o actor. Tal vez la música. Algo creativo, algo que me haga sentir vivo.
Estoy tan perdido… Soy como un barco sin timón, como un náufrago a la deriva. Como una prostituta empapada en una carretera oscura, con un zapato rojo de tacón en un pie y el otro descalzo, vagando sin rumbo, deseando simplemente desaparecer.
No quiero ver más fotos mías. No quiero más halagos, ni más clientes que me digan cuánto acierto en mis predicciones. Estoy harto de que cuestionen mi trabajo. No me interesa la opinión de los demás.
Hace poco me llamaron del programa de televisión de Galicia de «Súper Piñeiro» para participar en directo. Rechacé la invitación porque ya tenía consultas agendadas, y menos mal que lo hice. Grabé el programa y al verlo me di cuenta de lo patético que resultó el tratamiento del tema de la videncia. Fue superficial, lleno de estereotipos y preguntas sin sentido. Una vergüenza.
La televisión está saturada de personajes que no aportan nada. No quiero que me mezclen con ellos. No quiero ser parte de ese circo. Me niego a ser comparado con esos estafadores que engañan a la gente sin el menor conocimiento. No soy uno más. Soy diferente. Y por eso puedo decirlo sin miedo: me cago en la brujería y en la videncia cuando me da la gana, porque me lo he ganado a pulso.