Hoy, martes, la casa se convirtió en un pequeño estadio de Eurovisión. Dani, Sergio, Rubén, el mexicano que se aloja en casa, y Ángel, el mejor amigo de mi novio, se reunieron en el salón para ver la preselección del artista que representará a España en el festival de este año. Ángel ya ha aparecido en estas páginas antes. Es cantante y está grabando un disco con una discográfica importante en Madrid. Hoy, de paso por Santiago para visitar a su familia, decidió unirse a nuestra velada eurovisiva. Su voz es impecable, de esas que se trabajan con años de esfuerzo y pasión.
Para la ocasión, cociné unas tortillas de patatas y unas salchichas acompañadas de una enorme baguette, todo dispuesto para que la histeria colectiva fluyera sin interrupciones. Nos sentamos alrededor de la televisión, gritando como si estuviésemos en el plató, despotricando de cada nota desafinada y alabando cada actuación que nos erizaba la piel. Somos, sin lugar a dudas, unas eurofans de manual. Dani, Sergio y Ángel se saben de memoria cualquier letra, en cualquier idioma y de cualquier año del festival. Son enciclopedias vivientes de Eurovisión. Yo no llego a tanto, pero lo disfruto a mi manera: me aprendo las canciones cuando el festival ha pasado y luego las escucho en bucle durante meses, sobre todo en el coche, donde Eurovisión se convierte en la banda sonora de mis viajes.
Esta noche actuaba uno de los candidatos que más me fascinaba: Paco Arrojo, una de las voces masculinas más impresionantes que está a punto de despuntar en España. Estoy completamente enamorado de él. No solo por su voz, que es puro terciopelo, sino porque es precioso, elegante y perfeccionista. Tiene una presencia magnética y un talento desbordante. Sería fantástico que él fuese nuestro representante.
Las votaciones comenzaron y todo se torció. Paco estaba dentro de los tres primeros, posición necesaria para clasificarse, pero en el último momento, lo desbancaron. ¡No podía quedarme de brazos cruzados! Corrí a mi despacho, cogí una vela, entré en su web e imprimí una foto en color. La recorté apresuradamente, unté la vela con el aceite del éxito y la fama, y con la punta de una tijera grabé su nombre y apellidos de arriba abajo. Exorcicé la vela con las palabras adecuadas, la convertí en una vela abre caminos y realicé mis conjuros. Pedí y visualicé su clasificación. «Magia Express Marica Eurovisiva».
Y entonces, cuando todo parecía perdido, cuando los votos de los telespectadores no eran suficientes… ¡el jurado intervino! Tenían la posibilidad de salvar a dos artistas, y en el segundo voto, eligieron a Paco. Mi corazón dio un vuelco. ¡Funcionó!. No sé si fue la magia, la justicia o el destino, pero allí estaba, clasificado.
Otra participante que también se ganó nuestro entusiasmo fue Mirela, con una voz y un arte que arrasan con cualquier competencia. La vimos brillar y nos rendimos ante su talento.
Cuando todo terminó, el salón era un campo de batalla de emoción descontrolada. Gritamos como cuatro locas quinceañeras enloquecidas por los Beatles. Nos abrazamos, saltamos, dimos vueltas en círculo como si hubiésemos ganado nosotros. ¡Qué alegría!. Estoy exultante. Cualquiera que nos hubiese visto pensaría que éramos una panda de desquiciadas. Y quizá lo somos. Pero, ¿qué más da?
Esta noche ha sido pura magia. Y, al menos por hoy, la magia ha funcionado.