17 de Noviembre

Un hombre de pie en una tienda esotérica rodeado de energía mágica y mística, con un ambiente dramático, lleno de artefactos espirituales y tarjetas de tarot.

Hoy, Sergio me ha estado llamando varias veces al móvil porque, al abrir la tienda, se ha encontrado con el escaparate roto, producto de una pedrada. Ya en la noche de Halloween intentaron incendiar la tienda por segunda vez; el primer intento ocurrió el 7 de julio. Ayer no fue un intento pirómano, sino una piedra lanzada al cristal con una puntería impecable. He ido a la policía a poner una tercera denuncia. Han venido a recoger huellas y están investigando un «regalo» que dejaron en el buzón: un lapo (escupitajo o flema). Al que hizo esto le va a caer el pelo, no solo por la policía, sino también por mí. Este subnormal aún no sabe con quien se está metiendo, lo que tengo de bueno, lo tengo de malo, cuando se me provoca, no me quedo en silencio.

Por lo demás, mi vida sigue por caminos muy positivos. Las cosas no dejan de salirme bien, todo lo que empiezo me va de maravilla, pese a quien le pese, y no dejan de ofrecerme nuevos negocios que parecen muy interesantes, al menos a primera vista.

Cuando una persona alcanza cierta fama o popularidad momentánea o eventual, porqué la fama es totalmente efímera, ya sea a través de la televisión, la prensa o las revistas, siempre aparecen tanto seguidores como detractores. Los admiradores surgen por todas partes, te veneran sin importar lo que digas o hagas. Lamentablemente, los detractores y envidiosos también se hacen presentes. Como bien decía Don Quijote: ‘Ladran, Sancho, señal de que cabalgamos.. Yo, desde siempre, suscito envidias, críticas y comentarios, principalmente debido a mis declaraciones polémicas y personales, que estoy seguro enervan a más de una clase política y social. Si a este cóctel le agregamos dos cerezas: mi personalidad y mis precios, se crea una bomba de relojería para algunos «encefalogramas planos» que andan por el mundo. Obsesivos, psicokillers, chalados, fracasados, envidiosos o reprimidos encabezan la lista de aquellos que critican, odian o incluso rompen el escaparate de mi tienda.

No me sorprende que haya imbéciles que no sepan respetar una forma de ser, pensar o trabajar que no sea la suya… pero lo que me deja realmente de una piedra más grande que la que lanzaron, es que la mujer policía que vino a tomar declaraciones dijera textualmente: – «Algo habrás hecho…» (con cara de odio).

¿Es normal que al agredido le digan eso cuando está formulando una denuncia? En ese momento, recordé a aquel juez que le dijo lo mismo a la mujer que se sentaba delante de él por haber sido violada: «Algo habrá hecho usted, lo habrá provocado por ir con minifalda».

¿En qué tiempo vivimos? ¿Es Santiago una ciudad cosmopolita y estudiantil, la capital de Galicia, o es un puto pueblo de mierda? ¿Quién apoya realmente mi oficio? Y si no lo apoyan, ¿por qué vienen a mi consulta los propios policías? ¿Es normal esta falsa moral permanente? ¿Es de recibo, que una persona que paga sus impuestos y su recibo de autónomos (epígrafe 881) como yo, que pago hasta el último euro cada tres meses, tenga que estar durante 25 años constantemente escuchando la misma historia de si soy un estafador o no lo soy? ¡Es súper cansino!.

¿Tengo que escuchar estas infravaloraciones en la ciudad donde vivo desde que nací, donde se me conoce de sobra y luego atender al propio alcalde o a su ex-mujer a la 1 de la mañana por teléfono, consultándome sus problemas personales?.

Es ridículo, es absurdo y debería haber una regularización de mi oficio legal y su reconocimiento en las leyes decretado en un artículo. Se me cobra como oficio o profesión (autónomo), se me cobran los impuestos (IVA e IRPF trimestrales), pero en cambio, estoy en completo desamparo de la ley y del respeto socio-cultural. Cómo si no existiera o fuera un estafador.

Y luego, se sorprenden de que haga vudú a un político. Pues, como la normativa legal actual no me reconoce como profesional y no reconoce la magia y la brujería como reales, no habrá ningún problema para que se lo haga… ¿No es así? Total, como no «existe»… ¿a quien perjudico?

Imbéciles, qué falta de inteligencia, y qué insulto a la mía. Cómo dijo la maravillosa Massiel: – Ni usted puede llegar a más, ni yo a menos.

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