17 de Octubre

Calle lluviosa en Santiago de Compostela con paraguas y reflejos en el suelo.

Está claro que ha llegado el mal tiempo. Me ha sorprendido un chaparrón en pleno camino a la consulta y, como siempre, sin paraguas. La tienda ha sufrido una auténtica metamorfosis: Sergio y yo lo hemos cambiado todo de sitio. Necesitaba verlo diferente, así que nos pusimos manos a la obra y lo ejecutamos.

Me ha llamado Rubén, un amigo que conocí en el campamento de Forcarei, al igual que al francés Silván, mientras vigilábamos el monte en plena época de incendios. Es mexicano y ha venido a Santiago con intención de quedarse por un tiempo y encontrar trabajo. No tenía dónde dormir, así que lo he alojado en la habitación de invitados. Desde el viernes convive con Dani y conmigo. Mi casa empieza a parecer la OTI. No sé hasta cuándo se quedará, pero su situación es complicada, así que he decidido echarle una mano. Al fin y al cabo, me gustaría que hicieran lo mismo por mí si estuviese en su lugar.

Sigo revisando mis cuentas y haciendo balance económico del año. Optimizar mi economía es necesario para sanear mi trabajo y mantenerme estable.

Uno de mis proveedores de mercancía para la tienda es Venezuela Esotérica, de Canarias, y estoy enfadadísimo con ellos. Me han cobrado casi 400 euros en mercancía y, sin embargo, no me han enviado nada. Después de llamarles mil veces, primero con paciencia y luego con firmeza, no me han devuelto el dinero ni me han mandado el pedido. Me han robado, literalmente. Son unos estafadores y voy a denunciarlos a la policía esta semana. Más que por la cantidad de dinero, que no es poca, lo hago por orgullo y por el hecho de que estas «personas» hayan jugado conmigo y con mi abogada. Ella también les llamó y le prometieron pagar o enviar la mercancía esa misma semana, pero todo han sido excusas.

Es una pena que tantas tiendas esotéricas y consultorios estén llenos de farsantes y mentirosos. Es triste ver la falta de valores en muchos seres humanos y la crisis económica que atraviesa la gente. Los que no están en crisis viven atados a un crédito, a una hipoteca o a un ritmo de vida lleno de consumos innecesarios.

Últimamente, la gente que acude a mi consulta lo hace con una gran dosis de desánimo y tristeza. Se refleja en ellos la llegada del otoño y el acortamiento de los días. Yo, en cambio, prefiero ponerle buena cara al mal tiempo y seguir adelante. Hago lo que puedo.

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