20 de Diciembre

Navidades estrelladas

Estos días querido diario no he vivido aliento, porque he estado malito, no estoy de buen estado últimamente, tengo unos dolores extremos, que a veces me quitan el habla, y que me hacen estremecerme de dolor por periodos de 6 y 7 horas.

Entre esto, que prefiero obviar, para no pensar en ellos y que desaparezcan al menos un instante de mi consciente y entre que no he parado de trabajar las horas en las que no lloraba de dolor, tengo poco descanso.
Estamos ya en Navidad, y no he puesto aún ni el árbol, ni ningún tipo de adorno que me recuerde la onomástica en la que vivimos, y no sé si los pondré.

No estoy con un espíritu muy navideño este año tan negativo de mi vida, pero quien sabe, quizás mande a la mierda el desánimo y la amargura llenando todo de colores horteras y dorados brillantes. Pondré luces encendiéndose y apagándose al ritmo del pulso de una navidad que empieza. Nos guste o no la navidad esta inculcada en nuestro subconsciente desde niños, por lo menos en Occidente. La tenemos en nosotros de manera programada y es una cita pendiente, que no somos capaces de olvidar y restarle importancia, quizás por un feliz recuerdo de nuestra infancia o una asociación de otros recuerdos, que para una sociedad media­ acomodada, es normalmente evocación de reunión, paz y felicidad familiar.

Sin mi padre, sin Manchitas, sin Basi, sin Hilarita, sin Bonzo, sin Coca, sin Feito, sin Uxía, las navidades nunca volverán a ser igual. Están cojas, y no tienen demasiado sentido ahora. No obstante, «la vida sigue», lo sé y quizás, no sólo sea una frase hecha.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *