La boca de la verdad

24 de Enero

Incesante el trabajo en mis líneas de teléfono, estoy exhausto de tantas consultas, problemas y preguntas.

La gente me ve como la antigua máscara de mármol: «la boca de la verdad» (Bocca della Verità) sinónimo del conocimiento, colocada en la pared del «pronaos»de la Iglesia de «Santa Maria in Comedin», construida sobre un antiguo templo de Hércules en Roma del año 1632.

A cuanto más les acierto en hechos del pasado, más fe me depositan, eso es bueno para el bolsillo pero malo para mi persona, me hace sentirme explotado, como si a nadie le interesase otra cosa de mí, más que eso.

Hace poco fui a una sucursal bancaria, donde no había ido en mi vida, el hombre que me atendió en ventanilla me preguntó al ordenar la transferencia:

– ¿Es usted Santi Molezún?, ¿El adivino?… ¿Cómo me irá el año?…

Cuando me presentan a alguien nuevo, una amistad de una amistad, un conocido de un conocido. Cuando voy a un cumpleaños de una amiga y conozco o hablo con gente de la fiesta, sin excepción, siempre sale el tema: ­ «Este es él»

­ … Es ¿Santi Molezún?
­ Cuánto me alegro de conocerte, quería hablar contigo de un tema…

Siempre igual, allí donde voy, de allá de donde vengo, las personas solo me quieren por lo mismo, por mis poderes o «dones».

Todos quieren que les adivine algo, que les eche las cartas, que les prediga su destino, le lea la mano o les de mi opinión sobre algo que soñaron o vivieron. En las redes sociales me piden miles de personas de todos los lugares del mundo que les cumpla sus deseos ¡a diario!. ¡Es agotador! y lo que en un principio te dignifica y enorgullece como profesional, ¡te acaba por hundir como persona!.

Me paro a hablar en la calle, ¡cosa que ya temo!, con cualquier amiga/o y … en 15 minutos, veo pasar a más de 9 personas que se paran delante de mí, me saludan y me dicen que me llamarán, o que me cuentan su vida, ¡sin importarles que estoy hablando con otra persona!. Es a veces un tanto agobiante por eso procuro no hacerlo, no pararme por la calle con nadie aunque me apetezca saludarle, incluso ir de incógnito o si la ocasión se presta con los auriculares puestos.

A veces, antes de tener pareja, cuando conocía a alguien con quien practicar sexo y vivir unas horas de lujuria, después del orgasmo… cuando una persona normal se fumaría un pitillo, te abrazaría, te daría su móvil mientras se iría a la ducha, yo tenía que responder a preguntas inadecuadas cómo: ­¿crees que volveré con mi pareja?, ¿tengo mal de ojo?, ¿qué ves en mis ojos?.

Recuerdo un atractivo joven amante, moreno, guapo, con ojos de porrero fumado, ¡ese tipo de ojos me enloquecen!, que en el momento de pasión y derroche de ternura, interrumpió su apasionada felación.

Paró en seco el trance místico de mariposas en mi estómago y ojos en blanco de placer absoluto, cómo quien interrumpe la canción que suena de un disco arrastrando la aguja sobre el vinilo: -¿Puedo hacerte una pregunta?…. ¿Tú eres…. Santi Molezún?. Me quedé atónito. Menudo corte de rollo. Le respondí un tímido sí, mientras mordía su cuello lleno de venas. Tenía dos opciones quedarme a dos velas, o superar y pasar página a esta lección kármica absorbiendo su sensible zona erógena.

Cuando me enfado por este tema con mis conocidos o amigos y con confianza les digo que me dejen en paz, que no me apetece hablar de trabajo, que en esos momentos no me encuentro trabajando en mi consulta, me dicen que eso no es trabajar… ¡que es solo una conversación!, y que solamente les diga si se llevan bien los: «Aries y los Géminis»…o se ponen a parlotear en alto sobre el tema diciendo barbaridades o clichés erróneos para obligarme a intervenir, ¡truco viejo!.

No sé dan cuenta de que ese tipo de preguntas son a las que respondo durante toda mi existencia.

Lo que busco en las relaciones personales, es justo todo lo que no tenga que ver con esta historia de mi vida. ¡No soporto a los brujos, videntes, y adivinos!, ¡me dan muchísima alergia!. ¡Es incomible aguantar a alguien que me hable de lo maravilloso que es y de los poderes que tiene!, porque entre otras cosas, ¡no me importa nada!.

Mi pareja no cree en absoluto en estas cosas, y eso me encanta. Dani es ateo, aconfesional, socialista, director de teatro, nada tiene que ver con mi mundo, de hecho en casa casi nunca se habla de mis temas. En todos los años que llevamos juntos le habré echado las cartas 2 o tres veces. Es algo que para mí es súper importante, porque necesito desconectar de mi trabajo que aborrezco soberanamente, de Santi Molezún, porque no lo soporto. No tolero lo que representa, ni en quien se ha convertido.

Imagino que dentro de todas las profesiones, en mayor o en menor medida ocurre los mismo. Quiero decir, que a todos nos pasa que nos explotan los demás… por ejemplo: a aquel que es peluquero, todos sus conocidos, amigos, familia, etc, le pedirán que les corte el pelo, o arregle las puntas, les aporte un consejo para cuidárselo o se lo tiña. Aquel que es electricista, estará harto de que le quemen los conocidos para arreglar luces cuando se han ido con los plomos, cambiar bombillas y arreglar empalmes que «cortocircuitean», o aquel que es médico de que le llamen a cualquier hora hipocondríaca para preguntarle cualquier chorrada, ayuden a un ser que quieren que está hospitalizado o que les de un diagnostico telefónico para evitar ir por urgencias.

Pero lo mío ralla la angustia, quizás por lo conocido que soy en mi pequeño universo, quizás por la originalidad de un oficio que desempeño desde niño. Se acerca al mesianismo, y soy todo menos un mesías.
No soy ningún profeta, no soy ningún iluminado y la gente me explota como si lo fuera, quizás tenga la culpa de la imagen que proyecto o quizás las personas no desean conocerme realmente, sólo desean mi ayuda.

Soy mucho más humano que muchos, y mucho más Dios que otros, pero, los Dioses, a veces, también son niños y necesitan jugar con amigos.

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