27 de Octubre

Gato blanco y negro con más negro que blanco, de grandes ojos expresivos, descansando sobre una manta suave en un ambiente cálido y acogedor.

Mitsú, la cistitis y la odisea del periquito acuático

Mi gato Mitsú se ha puesto malo. Lleva minutos sobre la arena, intentando hacer pis sin éxito. Tenía dos sospechas: en el peor de los casos, un FUS (Síndrome Urinario Felino), y en el mejor, una simple infección de las vías urinarias, una cistitis. Lo llevé al veterinario para que le hicieran pruebas y exploraciones.

Finalmente, es solo una cistitis… menos mal. Me han mandado darle 1,5 ml de jarabe Augmentine cada 12 horas, y le han inyectado una dosis para bajarle la inflamación. Tenía terror a que fuese FUS. Perdí a Xira, mi primer amado gato, por esa enfermedad irreversible, y Tucho, mi gordito blanco más mayor, también la padece, aunque está controlado con una alimentación especial. Le doy un pienso que cuesta 38 euros al mes, bajo en magnesio y de alta gama.

El FUS se produce cuando se forman cristales de estruvita y urolitos en el tracto urinario. Estos cálculos pueden tener el tamaño de un grano de arena o incluso ser microscópicos. Normalmente, se localizan en la vejiga y suelen obstruir la uretra de los machos, lo que les impide orinar. La principal causa es la alimentación. Por eso es fundamental no comprar cualquier pienso barato del supermercado. Muchos de ellos contienen niveles de magnesio demasiado altos y, a largo plazo, provocan esto, especialmente en gatos castrados.

Mitsú se portó como un campeón en el veterinario. No protestó, ni arañó, ni mordió, y eso que le metieron un tubito por el pene… Pobrecillo. Con lo que molesta eso. A mí me lo hicieron hace dos años cuando tuve una infección, y vi las estrellas. Y mira que a mí me gusta que me toquen el pito, pero te aseguro que ese día no me gustó nada. Tengo un hijo valiente, y estoy orgulloso de él.

Ahora parece que está mejor, pero sigo pendiente de si consigue hacer pis. Está tan obstruido que llora cada vez que va a la arena. Mitsú es uno de los tres gatos que adopté de mi amigo Al-Dani, aquel a quien asesinaron brutalmente en Vigo. Ya te conté toda la historia -ver enlaces-.

Una comida «relajada» con la familia de Dani

Mañana como en casa de Dani. Su hermano quedó en primer puesto en unas oposiciones, y su madre nos ha invitado a celebrarlo con una comida. Voy unas cuatro veces al año, pero siempre me pongo como un flan. Me da miedo decir algo fuera de lugar o que termine resultando contraproducente. Me comporto de manera poco natural, como si estuviera en un examen en el que no sé qué responder.

Es curioso, porque yo presumo de tener seguridad en mí mismo, pero en determinadas circunstancias me vuelvo un idiota. Pierdo completamente mi personalidad, me convierto en alguien indeciso, sumiso y tímido. Lo peor es que no sé qué hacer con las manos. Me sobran del cuerpo. Si no estoy jugando con algo, no sé dónde ponerlas. Esto también me pasa al caminar por la calle, por eso siempre llevo las llaves en la mano o el móvil. Cada día estoy peor… Me veo ingresando voluntariamente en un psiquiátrico y pidiéndole al médico que me enchufe Valium en vena como un buen niño.

El drama territorial con Rubén

Rubén, el mexicano, ha vuelto este fin de semana a Forcarei, al campamento de Voluntariado Galego contra o Lume -ver enlaces-. Lo veré el domingo. En casa, ayuda en lo que puede, pero habla demasiado y pregunta compulsivamente TODO el rato. Nos desespera. Además, es lentísimo y de vez en cuando pierde o rompe cosas, como Rompetechos.

Dani estuvo toda la semana enfadado con él porque perdió sin quererle un paraguas de 50 euros que su mejor amigo, Luis, le había regalado. Menudo berrinche. Rubén no sabía cómo actuar mientras Dani no le dirigía la palabra, y yo me sentía incómodo entre tanta tirantez. No es mal chico, pero llega a agotar con tantas preguntas. Y Dani es extremadamente territorial. Como esto siga así, los veo orinando por las paredes para marcar territorio, como mis gatos.

Mudanza express y cambio de despacho

Mi despacho nuevo está irreconocible, pero me gusta más así. Me encanta cambiar los muebles de sitio. Ya te lo he comentado más de una vez: me da una sensación de renovación, de mejora… como si, con el cambio, mi vida también se moviera a mejor.

El ángel blanco de Petipatapum

Hoy fui a comprarle un amigo a mi periquito Petipatapum. Desde que murió Hilarita, su compañera, se ha quedado completamente solo. Me estaba dando muchísima pena, así que decidí comprarle otro periquito. Solo cuesta 15 euros.

Buscaba uno blanco, y lo encontré. Es jovencito, precioso, con plumas blancas que parecen sacadas del cielo. Parece un ángel. Tiene una mirada viva y es bastante travieso. A Peti no le hizo ninguna gracia en un principio. Espero que con el tiempo se lleven bien y le haga compañía. Todos necesitamos compañía. No sé cómo llamarle aún… ya te diré. De momento, le he puesto Berto.

Sé que comprar animales va en contra de mi filosofía defensora de sus derechos, pero con los periquitos es complicado. Si no los compras, difícilmente puedes tener uno, ya que son originarios de Australia.

Hace tiempo vi un reportaje sobre una colonia de periquitos en Madrid. Todos libres. Muchos se habían escapado o perdido y, con el tiempo, se juntaron, tuvieron crías y crearon una gran familia en los tejados de la ciudad. Sobrevivieron al clima y a las condiciones urbanas. Son muchísimos y de todos los colores.

El periquito submarinista

Yo tuve un periquito llamado Burrito, que me duró 12 años. Volaba libre por toda la casa, y cuando salíamos de vacaciones, lo llevábamos con nosotros. Se posaba en mi cabeza o en el hombro, como los loros de los piratas. Un verano lo llevamos a la playa y, aunque volaba a los árboles del camping, siempre volvía a nuestro dedo.

Era un periquito muy especial. Sabía decir su nombre y «bonito». Siempre estaba repitiendo: «¡Burrito bonito, burrito bonito!».

Pero la anécdota más épica de Burrito fue el día en que decidió experimentar la natación. Siempre se posaba sobre la lámpara del acuario, porque estaba calentita. Hasta que un día, se cayó dentro.

Mi padre era un gran coleccionista de acuarios y teníamos tres en casa, todos con peces tropicales. Cuando Burrito cayó al agua, comenzó a bucear de un lado al otro de los 250 litros del acuario. Los peces, muchos de ellos de la familia de las pirañas, lo miraban con cara de estupefactos.

Yo, en shock, grité como un loco. Logramos sacarlo y lo envolvimos en un trapito encima del radiador para secarlo. También le dimos con el secador de pelo. Burrito sobrevivió y siguió con nosotros muchos años más.

Era un periquito precioso, con la barriguita azul y plumas negras, blancas y azules. Cuando murió, lloré muchísimo. Se fue la misma noche en que Felipe González ganó las elecciones. Siempre me pregunté si Burrito era de derechas y se murió con el disgusto…

Cuanto lloré por su partida, yo era un niño y no entendía la muerte, aún apenas me había azotado, ese día comprendí en un instante que existe un sueño eterno, del que uno nunca regresa. A día de hoy puedo decir que sigo llevando a Burrito y cada uno de mis animales en mi corazón, por siempre.

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