Esta noche es la gran entrega de los Premios Goya, y en casa hemos organizado una cena especial para disfrutar del evento en compañía. Vendrán amigos de Dani y míos, listos para comentar cada premio, cada discurso y, por supuesto, cada vestido que desfile por la alfombra roja. Pero mientras esperamos que empiece la gala, la emoción se duplica con la preselección para Eurovisión. La lista de finalistas está cerrada, y ahora toca decidir quién llevará nuestra bandera a Helsinki.
Mi favorita absoluta es «I Love You Mi Vida», una canción que tiene todo lo que un tema eurovisivo necesita: fuerza, emoción y ese toque épico que hace historia en el festival. Ojalá alguno de mis candidatos predilectos tenga la oportunidad de interpretarla.
http://www.misioneurovision.es/xindex.jsp
Pero entre la emoción de la música y los premios, en la sombra de la pantalla parpadean amenazas digitales. Desde hace días, estoy recibiendo correos electrónicos de seguidores fanáticos de Aramís Fuster. Mensajes cargados de advertencias veladas, insinuaciones de que, si continúo hablando mal de su ídolo, desvelarán secretos sobre mi vida o, quién sabe, algo peor. ¿Hasta dónde llega la histeria cuando se trata de proteger una mentira?
No comprendo el empeño en defender lo indefendible. Aramís Fuster ha tejido su propia soga mediática con sus delirios televisivos. Ha dicho tantas barbaridades que la credibilidad se le escurre entre los dedos como arena. ¿Cómo esperar que alguien la tome en serio cuando afirma haber tenido un novio indio de una tribu desconocida, poseer una casa en Miami o, la más osada de todas, saber con certeza que Fidel Castro lleva años muerto, aunque el mundo entero lo ignorase? Lo último ya roza la ciencia ficción. Además, según ella, el mismísimo presidente de los Estados Unidos es su cliente. Curioso, porque mi manager, Robert López, nacido y criado en Norteamérica, jamás ha oído hablar de ella. En EE.UU., el nombre en boca de todos es Walter Mercado, otro personaje envuelto en aires de misterio y estafa, al que, por cierto, Aramís imita sin disimulo, como si fuera un clon mal hecho de Rappel.
Pero su lista de desvaríos no termina ahí. Ha asegurado tener un hijo con un político famoso, haber lanzado hechizos contra Concha Velasco, María Teresa Campos y Karmele Marchante—tres mujeres admirables—, y, en un alarde de contradicción, se proclama una bruja de la luz mientras presume de hacer magia negra. ¿En qué quedamos, Aramís? ¿Eres el ángel protector de la moralidad o la mano oculta del mal?
Y, como si no tuviera suficiente con su propio teatro de sombras, ahora pretende hacerme callar. Si cree que me voy a quedar en silencio, no podría estar más equivocada. Contaré todo lo que sé sobre este espantapájaros y su patética farsa. Y si le molesta, que se rasgue las vestiduras de «diseño» y pida perdón a España por tantos años de tomadura de pelo.
Si realmente tuviera algo que decir sobre mí, ya lo habría hecho. Pero no sabe nada. Su único problema es la envidia, el rencor que le produce mi éxito y mi influencia en los medios. No soporta que mi carrera brille mientras la suya se hunde en el olvido. Me odia desde que, con tan solo 24 años, aparecía en Antena 3 anunciando mi servicio de videncia en los antiguos 903, y ella no podía hacer otra cosa que ver cómo yo ascendía mientras ella se quedaba estancada en su propio teatro de humo y espejos.
Es una farsante sin recursos, una imitadora sin chispa. Cualquier cosa que hago, la replica. Cuando salí en TVG contando cómo me habían encargado un trabajo de magia negra para un político, al mes siguiente ella decía lo mismo sobre Concha Velasco. Cuando en «Aquí hay tomate» expliqué el significado de la carta de la Muerte en el tarot, poco después ella utilizó la misma imagen para fingir un ritual oscuro. Es una mujer sin imaginación, sin originalidad, sin más talento que el de la farsa.
Lo último ha sido su intento de insultarme públicamente diciendo que soy maricón. ¿Y qué pasa, Aramís? ¿Es un insulto? Cariño, yo soy gay y tú eres una mujer operada de pies a cabeza que cree que el glamour se compra con un cambio de vestuario. Pero, querida, aunque la mona se vista de Versace, mona se queda.
Y mientras tú te desmoronas en tu propio circo, yo sigo aquí, con mi carrera intacta y mi reputación más fuerte que nunca. Porque hoy por hoy, la única figura de la videncia con prestigio real, con clientes nacionales e internacionales que pagan por mi consulta, soy yo. No tú.
Así que, querida, asúmelo.
Jódete y muérete de asco.