He quedado para cenar con Sergio, quien vendrá a pasar conmigo la última noche de este año 2007. No tengo ganas de celebrarlo, ni mucho menos de tomar las uvas, pero, ¿por qué no cenar algo rico con mi mejor amiga? Sergio tiene que irse después, a la 1 de la madrugada, a trabajar al pub gay donde es camarero. Trabaja cerca de mi casa, así que aprovechará para venir y salir desde aquí, ya arreglado y sin prisas.
Dani, mi pareja, también vendrá a la 1:30 con su gran amigo Álvaro, quien se quedará a dormir esta noche. Alguna vez en el pasado ya lo hemos hecho así. Alvaro es un chico muy especial, escribe como crítico de música en una revista temática y es una persona muy directa y sencilla. No le gusta mucho salir de fiesta, es más de estar en casa al calor y las risas de un buen monopoly.
Termina, querido diario, un año más. Un pésimo año. Y empieza un nuevo ciclo que, posiblemente, será la misma vida de siempre, con las mismas preocupaciones y temores. La vida no cambia porque llegue enero. Todo continúa, todo perdura, impertérrito.
¿Cuántas cosas habremos suplicado a Dios en otros años que nunca se han cumplido? ¿Cuántas ilusiones rotas han llegado a su cima derrota al mes de diciembre?, ¿cuántas veces año tras año? Sin embargo, el ser humano sigue creyendo en quimeras y que año nuevo es vida nueva. No es más que un auto convencimiento, un respiro para el agotamiento, una ilusión para el alma. ¿Qué sería de nosotros sin esas «mentiras» que funcionan como timón de nuestro descanso?.
Las ilusiones no dejan de ser mentiras reconfortantes para el alma. Aunque, a veces, también se cumplen; no siempre quedan en utopías.
Un nuevo año comienza con noticias sobre los primeros bebés nacidos, sobre cómo la gente celebra el 31 de diciembre aquí y allá… Todo ese relleno informativo de las televisiones carentes de contenido, como siempre. Perfumes, «zappings», anuncios.
Y como siempre, el precio de todo subirá: la luz, el agua, el teléfono, el gas. Y la vida seguirá igual, con nuevas historias repetitivas: asesinatos, política, vencedores y vencidos. La vida es completamente cíclica y nunca se vive nada nuevo, porque, en el fondo, todo el rato está pasando lo mismo.
Es comparable a la incansable elipse de los planetas o al segundero de un reloj marcando los minutos. Empieza en 1 y acaba en 60. Empieza en 1 y acaba en 60. Constantemente, invariablemente, hasta que se detiene. La vida y sus ciclos son así: sus noticias, sus sucesos, sus alegrías y sus tristezas son perpetuas. Nada cambia, aunque llegue el año nuevo. Pueden cambiar los actores en escena, pero no la obra. ¿Para qué celebrar nada si todo seguirá igual?
Este año traerá nuevas experiencias y nuevas metas, pero sin duda no podré librarme de mis penas el 1 de enero. Y si alguna vez lo consigo, solo Dios sabe cuándo será.
Tú, querido diario, saldrás a la luz como libro en breve. Olerás como aquellas libretas nuevas que compraba ilusionado cuando era niño. Para ti, este será un año importante. Pero para mí, nada cambiará. Seguiré sumido en un abismo de dudas y angustias, aunque con nuevos aplausos y, seguro, nuevos insultos que no valdrán para nada.
Me aburre la gente y sus opiniones, su crítica fácil, su doble moral, su vulgaridad, sus admiraciones o su necesidad de protagonismo. Es tan fácil manipularles o hacerles hablar de uno. No sabes cuánto me aburre.
Ayer, domingo, se publicó mi horóscopo para el 2008, y está teniendo una cantidad de visitas descomunal. No te lo creerías si te lo dijera, pero es una barbaridad. Es impresionante lo que la gente lee los horóscopos, aunque nadie lo reconozca. Existe una doble cultura y moral sobre este tema: muchos critican este tipo de consejos astrales, pero leen su signo y el de su pareja, y saben perfectamente cuál es su signo solar.
Es una contradicción absurda: «No creo, pero lo leo». «No creo, pero mi signo es el mejor». Si el horóscopo dice cosas bonitas, se ríen y creen en él; si dice cosas feas o desagradables, lo critican y lo aniquilan. A todos les gusta el sol cuando brilla, y a todos les duele cuando se queman. Son tan predecibles como su destino.
Me gustaría hacer un horóscopo que fuese bien recibido por todos, pero esto es imposible. No puedo escribir para complacer a todo el mundo, ni puedo inflar egos gratuitamente para obtener su aceptación. Intento hacerlo lo más profesional y divertido posible, pero no es fácil que guste a todos. Me toma casi siete horas de trabajo y lo hago de forma completamente gratuita. No me compensa económicamente, y sin embargo sigo haciéndolo año tras año. ¿Por qué? Ni puta idea. Me imagino que por publicidad y por seguir en el candelero.
Ayer se publicó en «El Correo Gallego», y no me gustó nada que recortaran lo que escribí. Lo censuraron por todos lados y lo redujeron exageradamente. Había escrito un texto largo sobre la suerte, la vida y cómo cambiarla realmente, y no lo publicaron. Dejaron un horóscopo limitado y vulgar.
La verdad, me da igual. Pero siempre pasa lo mismo: trabajas, escribes, te esfuerzas, y luego ni lo ponen. Cuando cobro 800 euros por él, entonces lo que escribo va a misa. Qué pena que la gente solo valore lo que paga.
Me tengo que poner a hacer la cena. Son las 20:30 y voy a probar por primera vez la Thermomix. Me la ha regalado mi hermana María. Ella ha comprado una nueva y se ha deshecho de la vieja. Yo, siempre heredando todo. Cuando era pequeño, heredaba los libros del colegio de mis cuatro hermanos, hasta la ropa. Y ahora, con 37 años y siendo un vidente de «alto lujo», sigo haciendo lo mismo.
Te deseo un feliz año nuevo, querido diario. Y también a todos los que te leen. Gracias de corazón por haber seguido estas páginas todos estos dos años. Gracias por estar ahí, aunque sea en silencio. Es difícil llegar a la gente. Muchos se quedan con una imagen controvertida o con mis apariciones televisivas. Sin embargo, los que han leído mi diario: Diario de un Brujo, puedo asegurar que se han molestado en conocerme.
Gracias de corazón.
Feliz 2008. Feliz año nuevo. Feliz oportunidad para seguir sintiendo.