4 de Septiembre

Lavadora en funcionamiento con ropa girando dentro. Un símbolo del regreso a casa y la rutina después de una experiencia intensa.

Regreso a la rutina

Después de dos semanas de voluntariado, regresé este viernes por la tarde a mi vida habitual. Aterricé en casa agotado, alrededor de las seis, y fui directo a la lavadora con toda mi ropa.

Esa noche tenía una cena con mis compañeros del primer grupo de Forcarei. Nos reunimos en un restaurante de Santiago, donde cada uno apareció duchado y vestido con más esmero. No parecíamos los mismos. Como siempre, y para no variar, Dani y yo llegamos casi cuarenta minutos tarde.

La experiencia en el monte ha sido agotadora y, al mismo tiempo, gratificante. He conocido a nuevos amigos y, sobre todo, he hecho algo por mi tierra. No podía limitarme a verlo por televisión de una forma pasiva. Me sentía mal así; necesitaba hacer algo real.

Creo que el mundo empieza a cambiar con pequeños granitos de arena y que, a veces, depende de nosotros involucrarnos en las causas que consideramos justas. Muchas veces no lo hacemos por falta de tiempo o ganas, pero en el fondo, algo dentro de nosotros vibra y nos mueve, aunque sea por un instante, la mente y el corazón. Esta vez, mi corazón pudo más que la razón y me fui sin pensarlo dos veces, después de haberme apuntado hace tiempo al 900 400 800 (el teléfono del voluntariado).

Tú aún puedes apuntarte; funcionan todos los días.

Es de las pocas veces que he “abandonado” a mis gatos, mis perras, mi negocio y mi casa por algo que sentía que me necesitaba con urgencia. Ahora que he regresado, trato de ponerme al día con mis consultas, con mi hogar y, sobre todo, de compensar a mis animales por tanta ausencia. Afortunadamente, están bien. Se los dejé a Diego, un amigo de Dani, a quien le pagué para que los cuidara mientras yo no estaba. Creo que Diego lo ha pasado en grande con la casa a su total disposición.

El sábado fui a comer con mi familia, pero apenas hablé. No me apetecía. Estaba triste, con una sensación de pérdida, de final. Es curioso cómo pude encariñarme tanto con toda la gente del campamento en tan poco tiempo. Ahora echo muchísimo en falta el monte y la naturaleza. No soporto los coches y aborrezco la ciudad. Imagino que este síndrome de campo se me irá pasando poco a poco, en cuanto vuelva a mi rutinaria y urbanita vida.

De todas formas, espero no desvincularme del todo. Quiero seguir como voluntario. Por lo pronto, me han encargado hacer la web del proyecto, y la estoy creando con todo mi cariño.


Nuevos amigos

El sábado vino a verme Roi, y el domingo llegó Silvan, dos de mis nuevos fichajes en Forcarei.

Silvan es francés, un espíritu libre. Siempre está sonriendo y tiene una energía contagiosa. Pinta de maravilla y se dedica a viajar y crear arte. Roi, en cambio, es un atractivo chico de Vigo, con un conocimiento impresionante sobre constelaciones, estrellas y el firmamento. Tiene madera de líder.

Silvan llegó a casa a las 13:00 y se fue a las 21:30. Comimos juntos, grabamos música para él y pasamos el día riéndonos. Roi estuvo un par de horas, y al final, terminé echándole las cartas.

A las nueve de la noche, acompañé a Dani y a su madre a una aldea remota, donde asistieron al velatorio de un familiar lejano. Mientras esperaba en el coche, mi mente empezó a divagar.

Me pregunté cómo sería mi vida sin ordenador, sin ADSL, sin vídeo, sin DVD, sin coche, sin móvil, sin tiendas, sin consulta. ¿Cómo sería vivir sin todo lo que conforma mi realidad actual?

Tal vez sería mucho más feliz.

Estamos completamente atrapados en un personaje, en una vida estructurada, en obligaciones y necesidades que damos por sentadas. Pero, si todo desapareciera, si mi día a día no estuviera condicionado por la tecnología, el trabajo y el ritmo frenético de la sociedad… ¿cómo sería realmente vivir sin todo esto?


Un regalo inesperado

Hoy lunes me siento hecho polvo. Tengo una gripe terrible y apenas puedo mantenerme en pie. Fiebre, dolor de garganta, mocos a todas horas.

Silvan tuvo gripe hace unos días, y ayer todavía andaba sonándose la nariz. Creo que me ha dejado un regalito: sus virus franceses

Bueno, todo sea por europeizarnos. Primero los camiones de fruta y ahora los virus.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *