Me he pasado todo el día calculando distancias para ver como meter un elefante en una lenteja. Esa es exactamente mi preocupación, como meter todos los muebles de mi tienda en mi casa, que está abarrotada de cosas, sin tirar nada es difícil.
En esta vida, según el «Fen Shui», el cual practico por la vieja escuela de la Brújula dice: … «Hay que deshacerse de lo viejo, para dejar entrar lo nuevo». Es un antiguo sistema filosófico chino de origen taoísta basado en la ocupación consciente y armónica del espacio.
No almacenar recuerdos, ni vivir en el pasado, hay que sustituirlo por el presente y por cosas nuevas para mejorar nuestra vida y renovarse con vivencias nuevas, para circule la energía y nuestro destino no se estanque, pero… ¿por qué?, si a mi lo viejo me gusta… si a mi cada recuerdo me hace tener una referencia simbólica de una etapa de mi vida.
Mi memoria es como la de un pez, es de dos días, no guardo datos ni remembranzas, sólo me acuerdo de lo que hice hoy, ayer o este año a penas…, no retengo nada de atrás.
Pero cuando vivo con estos «objetos memoria» en casa, y los acaricio, los traspaso con la mirada de mi pensamiento y revivo con exactitud una escena, concentrada en aquel ente del recuerdo. Por eso no tiro nada, son las referencias de una vida, sin ellos ya no tendría pasado.
Esto es una complicación cuando se trata de elegir que tirar, de que parte de la vida de uno deseamos prescindir, cuando ya solo quedan gratas nostalgias o escenas muy privadas que uno se niega a olvidar.
Como me gustaría ser práctico e insensible hacía los objetos, si consiguiese no ver la vida que encierran detrás, y los viese como meros objetos, sería tan fácil tirarlos… Pero me pregunto a donde irán si los dejo en la calle… ¿que sentirán cuando los eche de casa?, ¿pensarán que los he utilizado mientras me ha dado la gana y luego he prescindido de ellos y de todo lo que evocan, sin amor ninguno, ni respeto, acabando al lado de un contenedor de basura, fríos, solos, abandonados a una muerte en el silencio de un olvido?
Me decía «Rosa Sampedro», una buenísima amiga de toda la vida:
- Santi los objetos, como las personas tienen una vida y un cometido, cuando ya cumplen su ciclo, y ya han realizado su labor, hay que dejarlos morir tranquilos, no hay que hacerles degenerarse en óxido.
– Todos tienen un tiempo de vida, después hay que dejar que vayan al cementerio de las cosas…, donde se queman y se reciclan en cosas nuevas o simplemente descansan en paz para siempre, con otros amiguitos nuevos, que conocen allí…
– Pero Rosa, ¿no me echarán de menos a mí y a mi casa?
-¡Que va!, si a ellos les encanta, nunca más tienen que trabajar, es como coger unas vacaciones para siempre, ellos serán muy felices en su nueva vida.
Esta Rosa es fantástica, siempre me ha hecho muchísima gracia la forma que tiene Rosa de explicarse, con ese acento de «Ribeira» que le hace parecer brasileña, ella siempre ha sabido tratar mis locuras, me encanta, me parece precioso que me responda en un mismo nivel de lo absurdo, con absoluta serenidad, seriedad y cariño, con su voz dulce y pausada, porque eso me dice lo mucho que me quiere y respeta.
Pero Rosa, ¿que coño me cuentas?… ¡Si la mesa camilla me adora!
Que hermoso escribís, me atrae leerte, me transportas como si te estuviera viendo escribir, y dibujo en mi mente lo que escribes.
Muchas gracias, me alegro que te guste, de eso se trata, que mis dedos sepan describir quien soy y cómo vivo y que los que leéis mi diario os emocionéis igual que yo al escribirlo. Mi diario es un confidente.