6 de Enero

Escena mística e introspectiva de un vidente con mirada intensa, rodeado de velas, tarot y un cristal místico, reflejando agotamiento pero determinación.

Hoy pasé el día entero atendiendo llamadas, una tras otra. Mi línea 806 está a rebosar de clientes que desean conocer el futuro para el 2007. En estas fechas, todo el mundo busca respuestas, y yo me siento más afinado que nunca en mis predicciones. Mi energía está en su punto álgido, mis visiones son nítidas, mi intuición se despliega con una precisión asombrosa. Sin embargo, estoy agotado. No de la videncia en sí, sino de la batalla constante contra un mundo que parece resistirse a la verdad. Pero sé que algo está cambiando.

Siento que estoy evolucionando a un nivel más alto, y pronto recogeré los frutos de este crecimiento: un Santi nuevo, más fuerte, más libre. Cada día me quiero más y entiendo con total claridad lo que estaba haciendo mal. Es evidente que mis cambios serán acertados y que me transformaré en una versión mejor de mí mismo, en todos los sentidos.

El desapego material se ha vuelto una constante en mi vida. Atiendo a más personas de forma gratuita, regalo mercancía de hasta 70 y 80 euros sin pensarlo dos veces, y lo curioso es que no me importa en absoluto. Siempre he sido generoso, pero ahora lo hago todos los días, casi como una necesidad interna. No se trata de derrochar sin sentido, sino de ayudar a quienes realmente lo necesitan: indigentes, personas sin recursos, aquellos que ni siquiera saben leer ni escribir y que están sumidos en la miseria. Sé que es mi misión kármica y dármica.

Mis dones no son míos, son un regalo de Dios, y están en mí para servir al más necesitado. Aun así, sigo cobrando lo que cobro al resto y mi negocio sigue creciendo. Hay más demanda de consultas de la que puedo asumir, y muchos días me resulta imposible atender a todos los que llaman.

Pero mi cuerpo empieza a resentirse. Mis ojos están agotados, las ojeras cada vez más marcadas, mis músculos se están desvaneciendo, devorados por el cansancio. Me hago más delgado, más frágil. Necesito retomar el ejercicio, volver al gimnasio, nadar. Sin embargo, cada vez que intento hacer deporte, mi corazón se dispara a 200 pulsaciones por minuto. Me asusto, me siento y paro. ¿Ansiedad? ¿Falta de forma? ¿Algo más grave? Prefiero pensar que es solo el estrés acumulado, la inactividad física, el ritmo frenético al que me someto cada día.

Mientras tanto, mi página web sigue creciendo a pasos agigantados. En solo tres semanas ha alcanzado 40.000 visitas únicas. Y querido diario, tú tienes parte de la culpa. Cada vez te lee más gente. Todos los días recibo cartas y correos electrónicos de seguidores de todas partes, y aunque intento responder a todos, el volumen es abrumador.

Esto me ha hecho pensar… Si mi diario ya tiene éxito en Internet, ¿por qué no convertirlo en un libro? Pasar de lo digital a lo impreso, de la pantalla a las estanterías de las librerías.

Lo he decidido: te convertirás en mi primer libro.

Siento que todo está encajando en su lugar, que cada pieza de mi vida ha ido enlazando con la siguiente hasta llevarme aquí, a este momento, a esta decisión. Todo está orquestado para lo que está a punto de ocurrir. Y lo sé: será grande.

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