Toda una semana de maratoniano trabajo y consultas, no he tenido demasiado tiempo libre para poder escribirte.
Desde lo del día del incendio la sensación de vulnerabilidad me invade, me he dado cuenta de lo rápido que puede cambiarnos la vida y muchas veces por culpa del descuido de otras personas, ¡no del nuestro propio!, eso me hace sentir inseguro en un edificio donde rodeado de decenas de vecinos por todas partes, cualquier día puede volver a ocurrir cualquier desgracia. Con que tan solo uno de ellos tenga un maldito descuido, toda nuestra vida explotará por los aires.
No estamos preparados para lo malo, nunca lo estamos lo suficiente.
Uno siempre piensa que no le va a ocurrir a él, siempre imagina que es a los demás a quien les ocurre, que muy mala suerte tienes que tener para que te pase. Sin embargo puede pasarnos a todos en cualquier día de relax, o en el que no estemos en casa, me parece tremendo.
He propuesto a mis vecinos que tengamos un extintor de incendios en cada piso, colgado de la pared, como tienen en todos los comercios y me han mirado con cara de: «tú estas loco…».
Grave es que pueda pasar algo, pero más grave es saber que pudiste haberlo evitado y que no has hecho nada por inconsciente.
Mi nueva tienda ya tiene cartel, por fin me lo han fijado en la fachada, una enorme foto mía, para variar dentro de mi egocentrismo: “yo, mi, mío”, como buen Leo que soy en todo cuanto hago.
Es normal, la imagen corporativa de mi empresa soy yo mismo, a quien se vende es al maravilloso mejor vidente del mundo: «Santi Molezún», ¡pues toma foto!: Santi vestido, Santi desnudo, Santi acostado, Santi sentado… ¡me aburro de tanto verme!… pero funciona.
Soy, se supone, «famoso» y «reconocido». No te jode, ¿que coño voy a ser sino?… ¡después de tanto meterle a todo el mundo mi imagen hasta en la sopa!. Cualquier día me veré en los cartones de leche o en los yogures… ¿En que me estoy convirtiendo?¿Cuanto tiempo pasará hasta que me anuncie en la parte trasera de los autobuses, en los anuncios del cine antes de la peli, o en toda la fachada de un edificio en obras?.
…Pues poco, porque ya estoy pensando en hacerlo…
Esta semana tuve una visita muy especial, vino a verme una voz que escuche hablar con mi empleado y mejor amigo Sergio, decía:
– Quiero ver a Santi, no, no es para ninguna consulta, yo le he dado clases y lo he cuidado cuando era un bebé.
Era «Maloy» una profesora de Historia del Arte que tuve cuando vivía mis gloriosos 18 y 19 años y estudiaba en “Maestro Mateo”, escuela de Artes y Oficios de Santiago de Compostela, donde empecé a preparar 3 años de fotografía, y donde abandoné antes de finalizar la titulación debido al desamor y una ruptura amorosa con una chica: M. Otro día te cuento esto, porque ya estoy viendo tu cara…
«Maloy» una mujer espigada y alta de pelo corto y nariz respingona estaba exactamente igual que la recordaba hace ya 17 años. Cuanto sabía esta mujer de historia: de egipcios, de griegos, de culturas etruscas y de sumerios, de cosas que pasaron entre el Éufrates y Tigris, del alto y bajo imperio, de Osiris, Atón, Bastet, Isis y de las águilas reales. Todo lo que fuese vestimentas, iconografías, diapositivas, todo, lo sabía ella, era maravillosa.
Esta dama era un cerebro en potencia, ganadora de multitud de reconocimientos, quedó primera de su promoción en toda España. Nunca entendí como perdía su hermoso y preciado tiempo enseñándonos a todos que los dólmenes y los menhires no eran piedras tiradas desde un avión.
Ahora lleva ya 34 años en la enseñanza, y pasando por delante de mi local calló por mi consulta para saludarme y recordar viejos tiempos en los que yo era punk y vestía como un árbol de navidad: lleno de colgantes, cadenas, imperdibles, pelos largos cardados y flequillos hasta la boca, ¡siempre siguiendo mis propias normas!. Etapa que duró 9 años completos de mi vida y de la que no me arrepiento en absoluto.
Que ilusión me hizo ver a esta mujer que no solo me dio clases, sino que me cuidó muchos años antes cuando nací, fue mi primera niñera, mientras yo solo tenía unos meses de vida, ella estudiaba y finalizaba su carrera, y para pagarse los estudios cuidaba de un recién que iba a ser «El Brujo más joven de España y el mejor vidente del mundo».Decía que era un bebe precioso, y me pregunto ¿donde quedó toda aquella belleza?, ¡que timo la vida!… que maravilla son estos encuentros encuentros con personas que quieres y estimas de corazón, siempre querré a esta profesora y la guardaré en la caja fuerte de mis recuerdos.
Hoy sigo siendo el mismo, pero con 16 años más y con mi vida un tanto más complicada, aunque si antes no dejaba que nadie me sacase una triste foto, porque consideraba que era de «punks de postal o de escaparate» ¡hoy día me dejo fotografiar hasta desnudo!, que poca vergüenza tengo. Diferentes formas de enfocar la realidad, pero que convergen en un mismo punto de rebeldía y protesta.
En mi casa sonaba aquella canción que fue la columna vertebral de mi conducta y que sigue siéndolo. Recuerdo que decía en Ingles: “Jode al sistema, antes de que el sistema te joda a ti”.
Tenía un grupo de música punk en el cual tocaba un enorme bajo negro, nos llamábamos: “Punk de Broa”, y éramos 9 sus componentes, cada cual más estrafalario y radical, con ellos pasé mi adolescencia, y con todos los navajeros de mi ciudad, con los que fumaba porros, bebía, pedía duros en las galerías a las entradas y salidas de los bares, quemaba banderas española colgadas del edificio del ayuntamiento, hacía pintadas y dormía en las calles encima de un banco de madera al salir de un concierto de “La Polla Records”.
Cuantas veces me tienen parado la policía y pedido el carnet de identidad. Todo esto quedó atrás como quien deja un tren para coger el siguiente, pero no olvidaré nunca la que fue posiblemente la época más divertida y movida de mi vida: Maite y Chus (auténticas y maravillosas), Chimy (actualmente propietario del emblemático bar «El Bartolo»), Ana punk y su hermana Rosa ojos negros, íntima amiga en esta etapa cómo: Javier Capricornio y los hermanos Sonia y Martín, rockabillys donde los haya (emblemático este último en el mundo de las bandas de rock gallegas). David Carballal, Javier Gallego, Santi Montes, la preciosa pareja punk: Ana y José (ella era una muñeca), el Pililas, Santi Pirusa,Tomás, Ana Landrove, la sexy Susana Benegasi, Ana la Pelandrusca, Ana y Elisa, Susana y Patricia, los pandilleros Txus, la banda punk: «Apuro Huevo», el preciosísimo y sexy Andoni (hermano de Rosa), la delgadísima reina y con preciosa melena: Chío (Rocío), la moderna Eva que siempre iba con sombreros cordobeses y vestida de negro, Rafa Janeiro, Fernando (Fer), VI (Vicente, mi mejor amigo de toda esta década), el Mantecas de Vite, o Celso de Pontepedriña, son una parte de mi pasado que guardo en el cajón de mis recuerdos con todo mi cariño. ¡ Oy oy oy ! era un saludo habitual entre los jóvenes punk y skinheads, a mi me conocían como «Molotov» y llevaba siempre un número grande colgando de uno de mis imperdibles y cadenas: el «74», robado de un hotel abandonado de «Santa Uxía de Riveira»: el hotel «Riazor» y mi osito de peluche era el «72» y también llevaba uno colgando. Aún lo tengo.
Tenía una novia, mi muñeca barriguitas tuneada a lo punk, con la que paseaba por la calle a diario, llamada: «Suadonia». Teníamos otra llamada: «Efigenia»(novia de mi amigo: «Rafa Janeiro»), dos seres de plástico que nos acompañaban a todas partes y que aún conservo con amor.
Una muñeca por la que casi me pegan una enorme paliza, la banda de macarras de la escuela de «Maestría», lugar donde se enseñaban oficios, entre otros, a los adolescentes que no querían seguir estudiando. Y donde pocos años antes mi padre había sido profesor de Matemáticas.
Esta escuela estaba situada delante mismo del Instituto donde yo «estudiaba»: «Eduardo Pondal» donde el icono del galeguismo y del partido: «Bloque Nacionalista Galego»: «Encarna Otero» era de aquella época la directora (repetí lo que era: «1º de Bup» que al final saqué por arte y gracias del señor Jesucristo, quedándome dos de reenganche y suspendí 2º de lo mismo, dejando de estudiar ya para siempre). Era una bala perdida que ni siquiera asistía a clase, me pasaba todo el curso latando en el bar de enfrente.
Había una banda urbana, capitaneada por «Chiqui», un chico de ojos achinados, bajito, muy salvaje, violento e inquieto. Decidieron venir a pegarme una paliza a la puerta de mi instituto, superaban la veintena de adolescentes, cada cual más chulo, intransigente y macarra, derrochando hormonas de masculinidad y testosterona. ¡Cómo me gustan los malotes!, debo tener algo de sadomasoquista, porque los recuerdo cómo súper guapísimos.
Sino llega a ser por otra banda callejera igual de peligrosa y matona pero más grafitera: «Los Txus» que vinieron a buscarme para salir con ellos caminando y protegerme, gracias a mi amiga «Chío» y a «Rosa»que pertenecían a esa banda, no sé lo que hubiese pasado.
No les gustaba, no soportaban que fuese a el instituto de frente a su escuela de oficios vestido de esa forma provocativa con miles de cadenas colgando y hablándole a una muñeca cómo si estuviese loco. No lo entendían dentro de su mente cerrada y pueblerina y yo era demasiado fiel a mi mismo para dejar de ser, por imposición de otros, lo que quería ser.
Los 80 fueron muy crueles, además de divertidos. Sino hubiese tenido la personalidad que tengo… lo hubiese pasado muy mal, porque fui muy marginado pero yo actuaba con completa naturalidad. Los tiempos han cambiado y ahora cada cual se viste como quiere, pero no en todos los países del mundo, sigue habiendo unos 70 donde determinadas cosas son peligro de muerte, de maltrato o de cárcel.
Aclarar que en la actualidad «Chiqui» y yo mantenemos una hermosa amistad, que me quiere muchísimo y yo a él y que cada vez que nos vemos nos saludamos con mucho cariño. Ahora trabaja en la empresa que abastece de agua mi ciudad, lo que es la vida… quien me iba a decir que iba a ser amigo del matón achinado al que tanto miedo le tuve de adolescente. Y quien iba a decirme que acabaría con un novio criado en su barrio de «Vite» en Santiago de Compostela, donde tanto fui amenazado de muerte. La de vueltas que da la vida. «Chiqui» ahora es una estupenda persona: casado, con hijos, un gran padre y súper cariñoso. Todos hemos cambiado y para mí esto quedó tan sólo en una anécdota para contar y echarme unas risas, pero en su día maldita la gracia que me hizo, a veces tener personalidad te puede salir muy caro…
Justo ahora tengo delante a «Suadonia», mirándome a los ojos, recordándome de donde vengo y en verdad quien soy.
¡Te quiero Suadonia!. Sigo siendo aquel novio punk, al que casi matan por ti, sólo que han pasado los años, ya no puedo llevar cresta, ni flequillo hasta debajo de los ojos, ¡no tengo pelo! y sí, quizás un poco más marica… ¿y qué?, ¡tú no sabes todo lo que me ha pasado!.
Las dos estamos más viejas, tú con tu eternidad plastificada también estas despintada, así que no me mires así.