Este diario termina aquí, en este punto donde mi corazón llora y muere por dentro, y donde el año se apaga con su último aliento.
He contado mi vida en estas páginas durante todos estos meses, desnudado mi alma en cada palabra, y ahora, con la partida de Tucho, siento que un capítulo definitivo se ha cerrado.
No sé si volveré a escribir, no sé si encontraré las fuerzas para seguir llenando páginas con pensamientos y vivencias. Pero lo que sí sé es que esta historia, la mía, ya no se perderá en el tiempo. Aunque recuerda que no lo hacía por ti, sino… por mis latidos.
Feliz solsticio de invierno. Uno de los copos de nieve que caerán este año sobre los árboles llevará el último aliento de mi pequeño Tucho.
Gracias, Dios mío, por arrancarme la felicidad de cuajo en estas Navidades que, sin duda, nunca olvidaré.
Y a ti, adiós, querido diario. Hasta siempre. O como decía Raphael: quién sabe… nadie.