8 de Enero

Hombre bien vestido sentado en su escritorio, rodeado de elementos místicos como cartas del tarot y símbolos astrológicos. La escena tiene una atmósfera dinámica y visualmente atractiva.

Los Reyes Magos me han traído un albornoz, una toalla de cuerpo entero, otra para los pies, un marco con una foto mía dormido en el sofá de la casa de Dani, un candelabro, un tarot con su libro, una funda para el nórdico y un DVD de mi grupo favorito de toda la vida: «Siouxsie and the Banshees», con su mejor concierto. La foto, aunque tierna y realista, me tocó un poco los huevos. Me quedo dormido en cualquier parte, tengo narcolepsia, y en cualquier momento… zzzzz. Me ha pasado en plena consulta, frente al ordenador, leyendo en la cama, viendo películas —sean obras maestras o auténticos coñazos—, en el suelo mientras cambio cables, en el baño, en la cocina apoyado en la puerta. En fin, en todas partes. Cualquier día estaré gritando en televisión y de repente me pondré a roncar. Un punto más para mi título de «perro azul marino».

Mi madre, por su parte, ha cocinado auténticas maravillas, platos de esos que te transportan a la infancia con cada bocado. No he dejado de comer y, como resultado, creo que he engordado cinco o seis kilos. A ver si consigo bajarlos con un poco de dieta.

El teléfono no deja de sonar, estoy en plena temporada alta. Ahora trabaja conmigo María, una astróloga brillante que ofrece consultas personalizadas en persona y por teléfono. Interpreta las cartas astrales con una precisión increíble, analizando la disposición de los planetas en el momento del nacimiento y su impacto en la vida de cada persona. Todo es predecible si se observa con atención el cosmos. A partir de ahora, será parte de mi consulta y atenderá a quienes deseen este servicio a través de mi línea 806. La recomiendo a todo el mundo que quiera una carta astral de verdad, sin textos genéricos de ordenador, sino con una interpretación clara, detallada y personal. Además, las videollamadas para consultas conmigo ya están disponibles, y en breve lo anunciaré en mi página web.

Estos días, mi energía sexual está por las nubes. No paro de excitarme con todo, estoy más salido que el pico de una plancha. Los biorritmos me van como los de la niña del exorcista. A la vez, no dejan de aparecerme pretendientes buscando amor o simple sexo. Parece que el destino me estuviera tentando en cada esquina, y teniendo en cuenta lo puta que soy y siempre he sido, me cuesta horrores decir que no a esos chicos de veinte o veinticinco años, exageradamente guapos, deseando ser cariñosos. Pero estoy con Dani y tengo que recordar que todo lo demás son meras fantasías. Mi realidad es este gitano con el que salgo. Y cada día parece más gitano: ahora lleva un sombrero negro, perilla, el pelo largo y rizado como «Bisbal», pantalones de pitillo… parece un bailaor de flamenco a punto de marcarse unas bulerías.

No sé si a todo el mundo le pasa de vez en cuando, pero yo soy volcánico. Todo es calma hasta que de repente tiembla el suelo, y cuando eso ocurre… me convierto en una prostituta gratuita. Para tentarme aún más, he puesto publicidad en uno de los portales gays más importantes de España. Eso ha disparado las propuestas en Messenger: cada día se me agregan unas cinco personas nuevas intentando ligar conmigo. A veces ni siquiera soy capaz de responder a todos los iconos parpadeantes en la pantalla. Y me pregunto: si siendo como soy me pasa esto, ¿qué ocurriría si fuese alto, con pelo y guapo estilo Miguel Ángel Muñoz? ¡Qué hombre! Tiene una voz de macho alfa que hace que le salgan feromonas por la boca.

Aunque si hablamos de guapos, el novio de Ana Obregón se lleva la palma. ¡Menudo tío! Le haría una limpieza completa de cuerpo solo con la lengua. Le chuparía día y noche como a un polo, le tragaría todo su semen hasta dejarlo seco. Qué preciosidad de hombre y qué cara de hijo de puta. Los chicos malos me ponen. Cuanto más cerdos y cabrones, más me gustan. Y este tiene una pinta de cerdo que lo ataría a una cama y no lo soltaría en todo el año, salvo para entrenar o darle de comer su proteína, glutamina y creatina.

Ana Obregón, mientras tanto, tiene un montaje perfecto con ese maromo. Se ríen de todo el mundo y, una vez más, ella vuelve a ser protagonista, tiene a toda España hablando de ella. Son expertos en generar titulares en la prensa rosa, amarilla y verde manzana, que hambrienta de nuevos guiones, sigue llenando espacios con el mismo teatro de siempre. El mundo del corazón es como una película de cine: siempre hay una serie de actores principales —los de toda la vida— y un desfile de secundarios que van rotando para mantenerlos en primera plana. Si te fijas, las noticias cambian los diálogos, pero no los elencos. Los secundarios solo están ahí para que los protagonistas sigan siendo protagonistas.

Este circo siempre garantiza audiencia. La gente consume estas historias como si fueran droga, y las marcas lo saben. Pagan millones para meter su anuncio de diez segundos en televisión. Los famosos son los operarios de esos productos, pero en lugar de casco y mono azul, visten Dolce & Gabbana o Versace y se remodelan la fachada con silicona y pelucones maravillosos para seguir asegurándose el plato de comida.

En televisión se gana mucho dinero. Solo con soltar siete subnormalidades ya puedes comprarte un coche, pagar deudas o abrir negocios. Así que es normal que todos nos peleemos por salir. Yo también estoy en esa lucha, no nací ayer. Por ahora, creo que soy respetado en mi campo, lo cual no es nada fácil en mi profesión. Haber aparecido en ciertos programas me ha dado una visibilidad que antes no tenía y, aunque la fama es pasajera, hay que aprovecharla mientras dura. Pero nunca me la he creído, y nunca lo haré.

Salir en televisión y decir lo que realmente piensas sin que te tachen de pirado es difícil. Por eso, en muchos casos, ganar ese dinero compensa. Aunque en otros, puede acabar con tu credibilidad y tu carrera. De momento, a mí solo me ha traído más clientes. Lo tengo claro: seguiré trabajando mi imagen pública, pero jamás abandonaré mi consulta. Sé diferenciar muy bien ambas cosas.

Algunos, con tal de salir en televisión, harían lo que fuera. Se inventan que Fidel Castro ha muerto, que tienen un hijo secreto con un político famoso, que han sido víctimas de malos tratos por una pareja que nunca existió, que tienen una casa en Miami y un éxito arrollador en EE.UU. cuando allí no les conoce ni su madre. Y la prensa les sigue el juego. ¿Eso es ser mediático? No, eso es llenar espacios vacíos de contenido solo para poder seguir cobrando. Es un juego de supervivencia en el que, si no tienes nada real que aportar, mejor que se te dé bien inventar.

Así es el espectáculo. Y así se mantiene la máquina en marcha.

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