Santi Molezún 2022

Santi MolezÚn

Avión

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Tengo la sensación últimamente de que me va a pasar algo, estoy husmeando un hecho importante en mi vida, pero no consigo matizarlo. Es difícil describir el sentimiento con el que me despierto cada mañana, similar a cuando tienes que levantarte para ir al examen del carnet de conducir, sabiendo que ya lo vas a aprobar. No es un presentimiento de algo malo, pero si de algo importante. Escapo de consultar las cartas o cualquiera de mis oráculos, es curioso pero me espanta conocer mi propio futuro, prefiero cultivar el amor a lo imprevisto.

Aún así, cuando va a ocurrirme algún acontecimiento destacable, no cesan los libres e independientes presentimientos. Vienen con el paquete al nacer brujo. Recuerdo cuando en el Castillo presentí en todo momento que iba a llegar a la final del concurso, esto no podía comentarlo evidentemente, porque sonaría vanidoso, pero lo supe desde casi la primera semana.
Mi táctica en el concurso fue tratar de ser equilibrado, discreto, y sobre todo ser lo más natural posible, sabía que en medio de tanto show lo que destacaría por su ausencia sería la humildad, la honestidad y la sinceridad…
Con lo cual exteriorice lo máximo mi lado más humano y exploté mis dudas para acercarme al público y dar justo esa imagen.
En las galas tenía solo una hora y media para destacar de un grupo de chillones compañeros televisivos con afán de protagonismo, con lo cual decidí arremeter al principio contra el jurado para presentarme, y una vez ganado el puesto de centro de diana, lo usé para serlo de la cordura.

No hice nada que no considerase que debía hacer y mi táctica se acentuó, cuando me percaté claramente de que allí todo el mundo estaba fingiendo delante de las cámaras una imagen constantemente pensada, premeditada y grabada. Algunos acaparaban el argumento del programa con su retórica del pasado y estaban interpretando como un cutre culebrón de sobremesa. Sabía que la táctica tenía que exagerarse y preparé a un cariñoso y adorable compañero que se acercó uno a uno para observar todos los puntos flacos de mis rivales. Una vez visto el enemigo, ataqué y me deshice uno a uno, o simplemente dejé que lo hiciesen por mí. Algunos cayeron por su propio peso, otros no hubo más que empujarlos contra su vanidad aparatosa.

Pero hubo momentos de mucha tensión allí dentro, un día incluso me tire en mi cama a llorar como Magdalena, porque me sentí muy mal cuando mis compañeros me instigaron por sugerir al señor del Castillo no ponernos tanta bebida, aconseje que no hubiese un mueble bar como había dentro los globos terráqueos del mundo, ya que algunos no paraban de beber, y realmente creía que estábamos dando una imagen bochornosa de nuestro oficio, ellos lo tomaron a la tremenda, me sentí francamente incomprendido y terriblemente sólo allí dentro.

No estoy en contra de cogerse un pedo de vez en cuando, en absoluto, he bebido muchas veces en mi vida y he fumado muchos porros, pero sí estoy en contra de estar todos los días bebiendo, día y noche desde las 5 de la tarde, hora donde ya nos papábamos dos botellas de cava, en un programa de tv a nivel nacional. Cierto es que el cava me encanta y se ha convertido en mi debilidad, pero más de uno seguía y seguía empinando el codo “vaciando al mundo”, y vaciando la botella de whisky y ron o lo que encontraba a mano.

Para todo hay un día, o dos…. una noche yo mismo me empiné, hice un montón de tonterías de las que ni recuerdo, fue divertido.
Fuimos a cenar fuera, nos llevó el buen degustador de los placeres de la vida: Juan Sebastián Darbó junto con el equipo del reality a conocer “la casa de la Magia” del gran ilusionista, mago: Xabi, una persona digna de intimar, llena de recuerdos de buenos momentos con media tierra de las vanidades. El primer hombre que condujo un coche con los ojos completamente vendados. Un catalán muy especial, al que se le escaparon, años después, aquellos mismos ojos detrás de mi querida amiga argentina Leevon Kennedy, ex mujer del rey del pop: el «Duque Blanco» del Glam: David Bowie.

Luego nos llevaron en un transporte privado al “restaurante de los horrores” en Barcelona donde había unos monstruos, vampiros y zombies impresionantes súper bien caracterizados, algunos terriblemente macabros y otro increíblemente guapo y sexy… Quien se dejase comer por aquel camarero semidesnudo y con cara de dominante…

Esa noche lo pasé muy bien, hacía días que me sentía muy solo, echando muchísimo de menos a mi pareja, y me dio un bajón muy grande de animo, estaba triste y me sentía confundido.
Esa noche llegamos todos cantando un poco cargados, entre los cuales me incluyo, yo estaba muy alegre, primera borrachera de mi «mente prodigiosa».

La segunda fue cuando ya acabó todo el concurso, y ya aglomeramos las maletas para irnos. Ya solo sobrevivimos allí dentro Lola, Leevon, Astyaro y yo.

Fue tristísimo ver como recogían la enorme casa en la que había vivido un mes y medio, todo se desmontaba a pedazos por un equipo joven de más de 80 personas de atrezzo, iluminadores y técnicos, en cuestión de minutos el Castillo iba siendo devorado por la nada, a cada pieza que recogían o desinstalaban perforaban un recuerdo, preferí no seguir mirando la muerte y descomposición de un precioso, honorable, y majestuoso castillo, di marcha atrás, y abandoné mi último segundo en aquel sueño. Años después el mismo espacio fue usado para el programa :»La Granja» y «Operación Triunfo» de la misma productora. Mi cama donde había dormido tantas noches se convertía en la cama de una nueva y brillante estrella adolescente televisiva.

Como homenaje nos llevaron a cenar a un restaurante de Barcelona con un diseño muy industrial, emulando una fabrica. Recuerdo que sus cuartos de baño, tenían unos inodoros en los que daba «no se que» mear, de tanto diseño, y con tantos espejos, te veías el pene reflejado en todas partes, ideales para practicar el onanismo.

Lola no quiso venir a esta cena de despedida, estaba indignada por no haber ganado y se fue derechita al hotel conjurando en hebreo mezclado con velas negras. Leevon se encontraba fatal y también se fue a descansar. Fuimos el equipo de producción del programa, mi mecenas y respetado joven director Tinet Rubira, artífice de grandísimos programas entre ellos El puente, Operación Triunfo, etc., también vino con nosotros el enigmático actor que interpretaba al señor del Castillo, al cual por fin conocí sin máscara, Astyaro y yo. Siempre imaginábamos quién podía ser el señor del Castillo, todos lucubrábamos sin tener ni idea, hasta que esa noche esa voz masculina y penetrable se presentó.

El precioso Alejandro, de producción, que tanta afinidad platónica me había despertado en esa soledad televisada también estaba, una bonita y sincera amistad de ascendencia gallega en medio de aquella pista de baile de la sala: “Luz de gas”, donde le regalé el pentagrama que siempre llevaba puesto con esa canción de Alaska y esa borrachera que todos bailamos alrededor de una despedida: la moderna ama de llaves, las simpáticas sirvientas del castillo, las productoras, los cámaras, los jóvenes realizadores, todos danzamos al ritmo de los tambores de un hasta la vista, en la sala vip propiedad del hermano del afamado presentador: Xavier Sardà, que también descansaba y socializaba por allí.

Por allí deambulaban caras muy conocidas de la pequeña pantalla: Un espigado «Boris Izaguirre», un natural y espontáneo «Santiago Segura», un conde play-boy engominado: «Alessandro Vittorio Eugenio Lecquio di Assaba y Torlonia», y un codazo de un chulo y maleducado guardia civil: «Antonio David Flores» que ni perdón me pidió. En esta sala se reunían después del programa todo el equipo de «Crónicas Marcianas» y hacían una misma familia.

Duró hasta altas horas de la madrugada, bailé, lloré en unas escaleras, bebí… y amanecí en la habitación del hotel, emborronado en cohol y sin recordar nada de como había trepado hasta allí.

Lo primero que hice al levantarme de mi resaca de cava, fue beber dos vasos de agua como si estuviese en desierto, hice mi maleta de vuelta a casa sin molestarme en doblar la ropa y lo que me recomendó la cariñosa y sonriente Yolanda, mujer del gran humorista, actor y comunicador: «Carlos Latre», una de las jefas de producción del reality que mejor se portó conmigo durante mi estancia en esa cárcel televisada, ella me recomendó en un papel de su oficina: 3 números de teléfono, de 3 managers distintos, de los cuales sólo me contestó uno: el gran manager de famosos: «Paco Barbero» así que hice lo que me sugirió: encomendarse a un representante antes de pisar el aeropuerto y soltar una palabra ante los micrófonos que podrían estar esperando.

Allí agarré a Roberto bajo el brazo, mi tigre de un metro de peluche con el que salí en alguna gala, y nos dirigimos a un viaje en business class de vuelta a mi vida «normal» en mi amada ciudad: Santiago de Compostela, sin saber que me podría encontrar en la calle con las reacciones de la gente después de verme en la televisión desde su sofá cada Martes, durante todo ese tiempo los resumenes del programa eran diarios en el programa de la periodista «Ana Rosa Quintana». Francamente me daba un poco de coraje, porque yo me sentía normal y corriente, pero ya no lo era, la televisión había cambiado el anonimato por «estrellato» y para eso uno nunca está suficientemente preparado. ¿Estrellato o estrellamiento?.

Las perspectivas en esos momentos son inciertas, no sabes si seguirás siendo famoso o sino, si te llamarán de otros programas, si saldrás entrevistado en revistas y periódicos, si te reconocerán por la calle, sí te quieren o si te odian en virtud de la imagen que han ido sacado de ti en la pequeña pantalla, por otro lado el cansancio es tan enorme que lo único que súplicas es dormir en tu cama, estar con tus hijos peludos, tu familia y pareja de nuevo en casa, ese lugar que es sencillamente nuestro puerto de parada de una realidad tan extraña, que mientras vives, te das cuenta que es paralela a tu existencia. Lo otro apenas importa, tienes la televisión atragantada, el ego está ya adormecido y sólo quieres volver a la realidad y la privacidad de el encanto de una vida simple, tu vida.

Acompañé a la televisiva Bruja Lola a la cola de pasajeros de su avión, para que no se perdiese, estaba en el otro lado del aeropuerto, mi avión salía una hora después que el de ella, así que me presté para ayudarla con las maletas y hacerle de guía en medio de miles de fans y seguidores que querían sacarse una foto para las redes, la vieja diva del programa de Tele 5 presentado por Xavier Sardà: «Crónicas Marcianas»es un monstruo mediático, nunca imaginé tanto éxito social. Allí estaba yo, cual Juan Díaz: «El Golosina», acompañando a «Lola Flores»con sus maletas.

Durante el viaje, en clase vip, rumbo a Santiago, el billete lo pagaba la productora como último regalo, después de haberte «construido» o «destruido» como personaje televisado, reían las azafatas/os preguntándome si mi tigre: «Roberto», al cual no había forma de disimular y me acompañaba tal que tigre de verdad en el asiento de al lado, si iba a tomar un zumo, leche o algo. Que bochorno cuando tuve que pasarlo antes de meterme en el avión por la cinta de rayos x, yo quería ser discreto, pero era imposible con semejante tamaño de peluche, los policías se morían de la risa. Pero no quería dejarlo abandonado en Barcelona, ni facturarlo porque podría perderse y le había cogido un inmenso amor y cariño, por haberme acompañado en silencio en mi cama durante toda esa locura experiencia mediática.

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